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La comunicación






«Si se nos da tarea de describir una interacción entre un gato y un perro, podemos hacer comentarios tipo: “el gato maúlla, el perro muestra los dientes, el gato arquea su espalda, el perro ladra, el gato…”. Tan importante como las acciones particulares descritas es la secuencia en la que ocurren, y, en alguna medida, cualquier conducta del gato se hace comprensible únicamente en el contexto de la conducta del perro».

De sapos a príncipes, John Grinder y Richard Bandler, 1980.



Existen numerosas definiciones acerca de lo que es y lo que no es comunicación, no obstante, como a la PNL —Programación Neurolingüística— le interesan los resultados concretos, antes de aportar una definición podríamos preguntarnos las siguientes cuestiones:


¿Cómo detectamos que dos o más personas se están comunicando? ¿Qué podemos observar como significativo en las personas que interactúan? ¿Qué es lo que nos indica la existencia de comunicación?






Si prestamos atención a lo que ocurre en una interacción nos damos cuenta de que las acciones de una persona sólo tienen sentido en el contexto de las acciones vinculadas a las del otro u otros. Independientemente del modo de comunicación en juego (palabras, silencios, gestos....) existe siempre una secuencia coordinada entre los sujetos involucrados. Por lo tanto podemos decir que


Comunicación es el proceso donde la acción o experiencia de una persona y la acción y experiencia de la/s otra/s se dan en forma coordinada.


Una metáfora muy gráfica cuando hablamos de secuencia coordinada es la de la danza. En una compañía de danza las partes involucradas bailan al compás de la música su propia coreografía y todos están sincronizados en un conjunto lleno armonía y belleza. Hay veces en que uno de los danzarines lidera el movimiento del otro (u otros), hay veces en que es el otro el que le guía a él, hay veces en las que nadie guía a nadie…


Cuando en 1973 los creadores de la PNL, Richard Bandler y John Grinder, en la Universidad de Santa Cruz, California, se propusieron estudiar la comunicación humana, hicieron algo muy simple: estudiar lo que hacían los buenos comunicadores.


¿Qué era un buen comunicador para Bandler y Grinder? ¡Buena pregunta!


Aquellos que eran capaces de comunicarse fluida y fácilmente con diferentes tipos de personas, en diferentes contextos y en varios niveles.

Aquellos que eran capaces de hacer llegar el mensaje al receptor de forma que éste lo entendiera claramente.

Aquellos que eran capaces de obtener respuestas que otros no sabían cómo lograr.



En base a sus estudios propusieron este principio básico de la comunicación:



Es imposible NO COMUNICAR.


Siempre que hay una interacción aunque sea en silencio existe comunicación. Puede que no estemos muy satisfechos con los resultados obtenidos, sin embargo podemos observar los frutos que hemos recogido de nuestro intento de comunicación para mejorarla en la siguiente ocasión.



En comunicación no existen fracasos, sólo hay resultados.


Hagas lo que hagas y te pongas como te pongas siempre transmitirás un mensaje con tu conducta: cuando hablas, cuando no hablas, cuando dejas hablar…


Y por si esto fuera poco, es importante recordar otro gran secreto que olvidamos con facilidad:



Es imposible NO INFLUIR.


En cualquier conversación cotidiana, por muy imparcial que quieras permanecer, tu mensaje, con una forma y contenido concreto, generará una determinada reacción consciente o inconsciente en el receptor.


Los mapas de lo que cada uno considera “la realidad” se construirán y matizarán a partir de la suma de todos mensajes expresados. La red de todas esas palabras generará una trama, una alquimia en la cual tú eres responsable de ese ingrediente (verbal y no verbal) que puede convertir el plomo en oro o viceversa, por eso podemos asegurar que






Somos agentes de cambio con nuestro discurso y con nuestro silencio.


Dicen por ahí que las palabras se las lleva el viento y, sin embargo, con ellas sostenemos nuestra visión del mundo y nuestra identidad. También sabemos que el rumbo de la historia universal ha variado en muchas ocasiones gracias un discurso inspirado.


Shakespeare recoge en su obra Enrique VI la famosa arenga que hizo famosa la batalla de Agincourt. Sus soldados, en franca minoría frente a las tropas enemigas, salieron victoriosos después de las enardecidas palabras de su rey. Enrique VI, exaltando valores que trascienden el miedo a la muerte (la defensa del honor, de sus familias, la entrega hasta el último suspiro por una buena causa…) consiguió que un grupo de 6.000 campesinos venciera al ejército francés: un ejército profesional con más de 30.000 soldados.


La vida pública del célebre escritor Bertrand Russell nació de la responsabilidad que le supuso darse cuenta de que en los discursos y debates de su época solían hablar y liderar la conversación justo los que menos sabían y los que, en su opinión, tenían menos que decir, mientras que los cultivados, “cautos y prudentes” permanecían callados, dejando que la conversación tomara caminos insospechados sin que ellos aportaran una sola palabra.


Seguramente, la proyección de algunas personas cercanas a nosotros ha variado en función a su capacidad —innata o adquirida— de transmitir a otros un sueño, un proyecto, un invento, una idea, una obra maestra… Antes de aceptar cualquier propuesta todos necesitamos que esa iniciativa nos resulte convincente. A veces, el que mejor convence no es precisamente el que presenta el proyecto de más calidad, y sin embargo, ha sabido conectar y transmitir.


Después de tanto marketing y publicidad muchos de nosotros hemos tenido que superar la creencia y prejuicio de que adquirir habilidades de comunicación supone alejarse de la autenticidad. Esto no ocurre cuando integras las técnicas y las haces tuyas, cuando adquieres habilidades para que tu voz resuene en tu centro, para que tu postura acompañe tu sueño, para que tu discurso sea entendido por un determinado auditorio… puedes estar acercándote más a transmitir sin barreras lo que tú eres y quieres. Seguro que todos conocemos a alguno de esos “genios” de la música, pintura, arquitectura o informática, cuya calidad está fuera de toda duda pero que son tan incapaces de explicar y presentar lo que hacen, que viven a duras penas gracias a los amigos que los conocen íntimamente.


En nuestra opinión, todos y cada uno tenemos una parte de la Luz que transmitir y nuestra misión en la vida es buscar cómo expresarla con todo su esplendor, entusiasmo y amor. La supuesta “humildad” y despreocupación” mencionada anteriormente puede esconder una auto marginación por evasión, una inmadurez o un poderoso ego enmascarado en la “autenticidad”.


Las técnicas que ha desarrollado la PNL nos permiten adquirir habilidades para que tu voz resuene en tu centro, para que tu postura acompañe a tu sueño, para que tu discurso sea entendido por un determinado auditorio… de esta forma puedes acercarte más a transmitir sin barreras lo que tú eres y quieres. Seguro que todos conocemos a alguno de esos “genios” de la música, la pintura, la informática, o lo que sea, cuya calidad está fuera de toda duda y que, sin embargo, son tan incapaces de transmitir con “presencia” lo que hacen que viven a duras penas gracias a los encargos de los amigos.






Es útil plantearse qué semillas o habilidades nos quedan pendientes de cultivar.


Si te interesa mejorar la comunicación para dirigir tu vida, realizar tus sueños… es lícito y sabio proponerte practicar aquellas habilidades que estén pendientes de entrenamiento. De hecho puede ser un camino apasionante. Se puede aprender a estructurar el mensaje de acuerdo a las características del interlocutor, tener una postura justa y un montón de pequeños detalles que alineados con nuestro ser trasmiten armonía y veracidad. No obstante, un paso previo que nadie puede dar por ti es la firme decisión de aceptarte como único e irrepetible y de comenzar a expresar abiertamente la belleza de tu Ser para que todo el Universo se nutra con tu brillo.


En ese sentido nos parecen apasionantes las palabras de Marianne Williamson:


Nuestro miedo más profundo es reconocer

que somos inconcebiblemente poderosos.

No es nuestra oscuridad, sino nuestra luz

lo que más nos atemoriza.

A medida que nos permitimos que nuestra luz se irradie,

sin darnos cuenta, estamos permitiendo

que otras personas hagan lo mismo.

Al liberarnos de nuestros propios miedos,

nuestra presencia automáticamente libera a otros.



Deseamos que tu comunicación fluya desde tu corazón, pues no merece la pena malgastar el tiempo en comunicar desde un lugar que no tenga sentido para uno mismo.



Techu Arranz


Socia y Codirectora del Instituto Potencial Humano (IPH)


Es Coach Profesional Sénior Certificada(CS114) de AECOP-EMCC


Coach Profesional Certificada (CPC 10378) por ASESCO













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